martes, 16 de diciembre de 2014

Bajo el influjo de la luna

Foto: Lola Pena






A veces, araño los martes; otras, en cambio, los sábados. Todo depende de si hay luna llena en el firmamento.

martes, 2 de diciembre de 2014

Medidas extremas

Le había escrito una carta de amor y escribiría cien más si con ello conseguía despedirse de su recuerdo.

La vidente que tenía su tienda llena de velas y santos en los bajos de su edificio le había dicho que después tendría que quemar el papel en el que había escrito aquellas palabras para desprenderse de sus sentimientos hacia Ana.

Todo aquello le parecía una solemne tontería pero estaba dispuesto a probar cualquier método para acabar con su infelicidad.

A pesar de todo lo ocurrido entre ellos dos consideraba a Ana buena gente y quería olvidarla sin tener que emplear ninguna de sus medidas extremas habituales.

De todos modos, por si le hacía falta, el cuchillo grande lo tenía afilado y listo para usar en el cajón de la cocina.

El baile

Bailé todo el martes hasta sentir mi cuerpo agotado. Quería celebrar la vida después de ver el rostro de la muerte tan de cerca.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Leo

Yo leo. Leo a todas horas. Leo libros, revistas, periódicos; todo cuanto cae en mis manos me lo leo.

Dicen los entendidos que esa es la mejor manera que una tiene para aprender a escribir.

Yo continúo leyendo; algún día aprenderé a escribir y mis palabras fluirán despacio, construirán relatos, cuentos y novelas... Ese día seré muy feliz.


martes, 25 de noviembre de 2014

Detrás de una caricia...

Aunque sea martes, me vestiré de domingo y celebraré por todo lo alto nuestro primer beso tras la caricia del lunes.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Una chaqueta para Juan

Los anuncios de aquel actor inglés de mirada triste y cara barbilampiña vistiendo ropa de aquella marca le recordaban a su exnovio. Pensó que la próxima Navidad le regalaría a Juan una chaqueta de esa marca. Tal vez así aliviaría su dolor, que era como un pellizco en el corazón.


(Publicado en 50 Palabras)

jueves, 20 de noviembre de 2014

II Certamen de Micropoesía ‪#‎ArcosenlaNube2‬

Alma Rural @MiAlmaRural

Arcos de la Frontera

Rezuman historia tus empinadas calles,

resplandece tu blancor al sol,
dejo mi tristeza en el valle al llegar al mirador.

Metamorfosis de amor

Al mirar tus ojos descubrí la luz.
Abandoné mi tristeza y
mi historia dejó de ser sólo mía
para convertirse en nuestro amor.


https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=1552835084928535&id=1449542278591150&fref=nf&pnref=story

miércoles, 12 de noviembre de 2014

La huida



Compró los billetes de avión para su luna de miel para el martes siguiente a la fecha de su boda con la esperanza de que Ana no descubriera su desliz con la madrina.


Foto: Lola Pena

viernes, 19 de septiembre de 2014

1 consejo para una escritora joven

Es de sabios aprender de nuestros mayores. Su experiencia en la vida debe ser la fuente en que beber para continuar con nuestro aprendizaje. Por eso hemos tomado nota de algunos de los consejos que grandes escritoras y escritores nos han regalado sobre el oficio de la escritura. Vamos a repasarlos poco a poco y aquí va el primero de ellos:

  • Elena Poniatowska  (Premio Cervantes 2014) nos dice que las escritoras jóvenes (en edad y/o experiencias literarias) tenemos que escribir, escribir y escribir:  "Un día de tanto escribir hallará una página en la que se sorprenderá y no creerá que lo ha hecho ella misma. Y leer. Observar. Estar alerta. Darte cuenta de cómo un pinche político maltrata a un camarero en un restaurante".

Y llevar siempre contigo una pequeña libreta en la escribir todo aquello que se te ocurra. No vaya a ser que se nos olvide y no lo podamos recuperar nunca más.



miércoles, 17 de septiembre de 2014

Lluvia de alegría

El elefante estiró la trompa para recibir la caricia del niño. Israel pedía permiso en su internado cada sábado e iba al zoo. De todos aquellos animales, los elefantes eran sus favoritos, aunque detestaba verlos encerrados.

Soñaba con poder observarlos en libertad por la sabana de África. Algún día sería explorador; guiaría safaris fotográficos y los vería correr libres por la llanura. Pero para eso faltaban muchos años todavía.

De repente el elefante alejó su trompa de la mano del niño y la introdujo en un pequeño estanque que había en el centro de su recinto. Después la levantó hacia el cielo y expulsó el agua con fuerza formando una fina lluvia que comenzó a caer sobre Israel. El elefante estaba contento.

Israel cerró los ojos y alzó su cara hacia las gotas de agua que caían. Llevaba toda una semana esperando aquella demostración de cariño. Ahora también él estaba por fin contento.

Dibujo: María Vázquez Alonso.

martes, 16 de septiembre de 2014

El martes...

El martes era un día maldito. Cada semana la misma decisión: continuar siendo esclava o morir de hambre pero libre.

sábado, 21 de junio de 2014

Pensamiento nº6

Mi voz enmudeció ante las palabras hirientes. Sólo me queda el papel para decir lo que siento.

A un paso de la primavera...

Foto: Carlos Timiraos


La luz de la vela iluminaba de manera débil la amplia estancia. Tan sólo era posible ver en la proximidad más cercana a la llama.

Angélica se pinchó sin querer mientras cosía el dobladillo del pantalón de su marido. Unas gotas de sangre salieron de la yema del dedo que ella chupó para evitar manchar la ropa.

- "Cada día veo peor" - se dijo Angélica en voz alta.
- "No, tú no ves peor; lo que pasa es que necesitamos más velas para las noches" - respondió Mauro. "Con una sola vela no se puede hacer nada; tú no puedes coser; yo no puedo leer. Esto no es vida".

Mauro se levantó del sillón en el que estaba sentado y se acercó a la ventana. Desde allí podía ver las calles iluminadas de su barrio. La semana anterior les habían cortado la luz por falta de pago; ahora sólo les quedaba aquel ventanal. La luz que entraba de la calle era lo único que le permitía huir de aquella lúgubre casa.

Angélica también se levantó del sofá en el que estaba. Se acercó a su marido y lo abrazó por la espalda apoyando la barbilla en su hombro.

- "Ya verás como mañana sale el sol y como todo esto se quedará en un triste recuerdo" - le susurró Angélica a Mauro al oído.

Mauro se giró hacia su mujer sin deshacerse de su abrazo. La miró a los ojos y la besó con todo el cariño del que fue capaz, como hacía tiempo que no hacía.


Foto: Carlos Timiraos
- "No sé que sería de mí si no te tuviera a mi lado".

Angélica sonrió a Mauro mientras le acariciaba el rostro.

- "No te preocupes, mi amor. Mañana comienza la primavera. Verás como nuestra suerte cambia".

martes, 17 de junio de 2014

Silencio



- “Dime algo que te pueda contar. Tal vez un cuento, quizás un verso... “
- “Te pido silencio. Necesito el sonido del silencio para aprender a vivir con este dolor que siento”.
- “¿Crees que es lo mejor que puedo hacer para ayudarte?”.
- “Creo que es la única forma que tienes de ayudarme. Tu silencio y tu compañía; tan sólo eso necesito”.


Foto: Carlos Timiraos.

martes, 27 de mayo de 2014

Pensamiento nº5

La vida es como una partida de cartas. A unos les tocan los ases y a otros les tocan las sotas. Pero todos estamos en la partida intentando ganar con las cartas que nos ha tocado jugar.


Foto: Lola Pena.

lunes, 26 de mayo de 2014

¡Qué mala es la envidia!

Foto: Carlos Timiraos
Vestirme de domingo siempre me hace sentir especial una vez a la semana, todas las semanas del año. Saco la ropa del armario con sumo cuidado mirando de no mancharla, de no estropearla. No quisiera hacerle ningún enganche a la chaqueta que me pongo con mi falda de campana. Y menos hoy. Gabriel me va a venir a buscar a la puerta de la iglesia cuando se acaba la misa de doce para invitarme a tomar un refresco en la Plaza del Ayuntamiento.

Paula se va a morir de envidia. Es como si ya pudiera verla, roja de rabia, en cuanto me vea cogida del brazo de Gabriel, bajando la Cuesta del Molino. Pero a mí me va a dar lo mismo. Yo creía que era mi amiga, mi mejor amiga, y ya me ha demostrado que no lo es.


En cuanto supo lo de la invitación de Gabriel hizo todo lo posible para que mi madre me prohibiera salir este domingo. Hasta le mintió contándole sobre mí burdos chismes que por suerte mi madre no se creyó. "Lo siento, Paula, pero mi niña no ha hecho esto que me estás contando".


No se le había ocurrido otra cosa a Paula que decirle a mi madre que me había visto en una esquina de la Calle Mayor dándole un beso a Gabriel en la mejilla. ¡Será posible la desfachatez que tienen algunas! ¡Y todo porque quería a Gabriel para ella y él en cambio me eligió a mí! ¡Qué mala es la envidia, Señor! ¡Qué mala es...!

lunes, 28 de abril de 2014

Prométeme que me harás caso...

Foto: Lola Pena.
Entré en la consulta con la cabeza gacha. Hacía unos meses que no veía el doctor Vélez. Ya creía que estaba curada. Pero nada más lejos de la realidad. Aquel tiempo tan sólo había sido un espejismo que me había llevado a equivocar las señales.

En cuanto el doctor me vio sentada en la sala de espera se acercó a mí:


- "¿No habrás dejado de tomar la medicación? ¿Verdad, Sara?" - me dijo extendiendo su mano hacia mí a modo de saludo.
- "Lo siento, doctor. Me sentía sin vida tomando esas pastillas" - le dije yo mientras apretaba su mano sujeta entre mis dos manos.
- "Está bien... Pasa. Puedo verte ahora que tengo un hueco".

Le seguí hasta la consulta y me senté en la butaca que me ofreció.

- "¿Qué voy a hacer contigo, Sara? Sin la medicación no vas a terminar de curarte nunca".
- "Pero doctor, yo no quiero pastillas. Tiene que haber otra manera" - le dije yo mirándole directamente a los ojos. Esperaba su respuesta mágica, una respuesta que me alejara de la medicación y que me acercara a la alegría.
- "Si no quieres tomar las medicinas que te mando, tienes que hacer un ejercicio de fuerza de voluntad muy fuerte. Y yo no te puedo ayudar si tú no estás segura de que quieres curarte".
- "Quiero, doctor Vélez, quiero..." - le dije como única y absoluta respuesta.
- "De acuerdo. Para casos como el tuyo tengo una receta escrita que tienes que seguir al pie de la letra. Sino no es eficaz".

Salí de la consulta con un sobre rectangular en la mano derecha. Se supone que dentro estaba escrito el tratamiento que tenía que seguir.

Al llegar a casa me senté en la cocina y con el abrecartas me traje de mi último viaje abrí el sobre para poder leer el papel que había en su interior:

"Estimado enfermo:

Si estás leyendo este texto es porque eres uno de mis pacientes que ha renunciado a los medicamentos tradicionales. Quieres curarte por ti mismo, con métodos alternativos. Puede que te lleve más tiempo llegar a la curación por esta vía pero también he de decirte que cuando la obtengas, estarás sano el resto de tu vida. Por lo menos de esta enfermedad.


Sólo hay un par de cosas que debes evitar a todo costa cuando te sientas enfermo. Si las evitas y tienes fuerza de voluntad, el éxito está asegurado. Procura:

  1. No comerte la cabeza constantemente porque entonces la enfermedad nunca se irá.
  2. No quedarte en un rincón porque se va haciendo cada vez más oscuro y te va ahogando hasta no dejarte respirar.
Cuando notes los síntomas de que te va a dar un ataque debes hacer lo siguiente:
  1. Salir de casa muy deprisa, tal y como estés.
  2. Necesitas la luz del día, sea sol, sea niebla; sea lluvia o arco iris...
  3. Debes sonreír a la primera persona que te cruces. Te mirará raro, seguro... pero que no te importe.
  4. ¿Por qué no debe importarte? Pues porque entonces estarás preparado para sonreírle a la siguiente persona que veas por la calle. No desistas. Alguien te sonreirá a ti también.
  5. De esta forma ya tienes ganada la mitad de tu recuperación. Ahora sólo te falta seguir por ese camino. Comparte sonrisas; ábrele la puerta del portal al vecino del segundo (seguro que te da las gracias); bromea con el camarero que te pone el café por la mañana... 
Cuando te quieras dar cuenta tu tristeza se habrá ido. Probablemente se haya quedado en el rincón oscuro del cual supiste escapar a tiempo.

Prométeme que me harás caso y que seguirás mis instrucciones. Si es así ya verás como mandamos a tu depresión muy lejos de ti.


Un saludo y mucho ánimo.


Doctor Vélez.
Psicólogo.

PD: Espero que tengamos la suerte no volver a verte por la consulta. Será la mejor prueba de que el método alternativo ha funcionado".

jueves, 24 de abril de 2014

El más preciado de los tesoros

Foto: Lola Pena.
Revolviendo entre la ropa que mi abuelo guardaba en un cajón de su armario encontré un libro muy ajado, pegado con cinta adhesiva. Su tapa delantera estaba rota. Se notaba que era un libro mil veces leído, que había pasado de mano en mano... Pero me sorprendió verlo metido en aquel cajón en particular.

Mi abuelo nunca había podido ir a la escuela. No había aprendido a leer ni a escribir. Tan sólo sabía sumar y restar un poco. Lo justo necesario para que en la vida no le fueran timando los dineros los días de plaza. Había tenido que comenzar a trabajar desde muy niño ayudando a su familia en las tareas de la granja. No había tiempo que perder en la escuela.

Por eso me resultaba especialmente sorprendente encontrar un libro guardado entre sus pertenencias. Nunca le había visto con un libro entre las manos, ni un periódico, nada que tuviera una letra impresa... Siempre sentí su respeto y admiración cuando le descubría observándome a lo lejos, sin decirme ni una sola palabra, mientras yo leía bajo la sombra de algún árbol durante las tardes de verano, que era cuando nos juntábamos la familia. La emigración nos había llevado por todos los rincones del mundo.

Hacía años que yo había leído aquel libro que mi abuelo tenía escondido: "Gabriela, clavo y canela" de Jorge Amado. Recuerdo que fue una novela  que en el momento en que la leí me causó una especial sensación de bienestar. Mis ojos pasaban sobre las letras con avidez buscando la continuación de la historia de aquella hermosa mujer, Gabriela, una mulata analfabeta brasileña, que huye del campo y de la miseria hacia la ciudad buscando una vida mejor.

Mi abuelo también había buscado esa mejora en su vida. No se había ido a la ciudad (como la protagonista de la novela; como habían hecho también sus hijos) pero había dejado de ser granjero para aprender el oficio de ebanista y convertirse así en un artesano de la madera. A lo mejor por eso conservaba el libro escrito por Jorge Amado. Como recuerdo de su propia vida, de su espíritu de superación.

Pero ¡qué tonterías estaba pensando…! Mi abuelo era menos complicado que todo esto. Decía las cosas claras y no se andaba con rodeos. ¿Para qué iba a querer él un libro si no sabía leer? Tenía que haber otra razón.

El armario que contenía el libro lo había hecho mi propio abuelo. Se sentía muy orgulloso de él. Había sido el primer trabajo que había realizado él sólo por completo. Hasta aquel momento, su maestro ebanista, Salvador, le había ayudado siempre a terminar los muebles que había tallado.

Comencé a hojear el libro. Buscaba dentro de él algo: una foto antigua, un papel doblado… Y la verdad es que no tuve que buscar mucho. En la primera hoja del libro, debajo de la tapa pegada con cinta adhesiva me encontré con una dedicatoria:
 Para mi más atento oyente y compañero de lecturas. Tuya siempre, Paula”.
Ahora lo entendía todo. Mi abuelo había guardado durante años el más preciado recuerdo que tenía de mi abuela. Era igual que no pudiera leer. Él sabía que aquel libro había estado entre las manos de su amada esposa, y eso le era más que suficiente para guardarlo como su más preciado tesoro.


(Publicado en MeGustaEscribir)

jueves, 10 de abril de 2014

Sin edad


Fotos: Alba Balsa y Lola Pena.
Descendió del autobús poniendo por delante el bastón en el que se apoyó para bajar los tres escalones. En cuanto tuvo los dos pies en el suelo enderezó la espalda, se recolocó la chaqueta y la gorra, y dirigió sus pasos hacia el gran portalón metálico. Desde la misma entrada del parque ya se podía ver la explosión de colores. Las plantas recubiertas de flores desprendían un aroma dulce. Un paseo tranquilo y soleado parecía lo mejor que se podía hacer en aquel momento.

Así lo hizo Ramiro. Todavía tenía tiempo para llegar puntual a su cita. Su paso ligero ya le había abandonado por eso siempre salía de casa con tiempo de sobra para llegar a los sitios. Poco a poco se fue adentrando entre los árboles. Sus zapatos se fueron manchando con el polvo que levantaba al andar sobre la arena. Continúo andando hasta llegar a su rincón favorito del parque. Un banco frente a un pequeño estanque a la fresca sombra de un castaño de Indias constituía para él todo un paraíso en aquella inhóspita ciudad.

Allí se sentó. Se sacó la gorra y se secó el sudor de su pelada cabeza con un pañuelo que llevaba en el bolsillo de atrás del pantalón. Intentó tranquilizar su agitada respiración. El esfuerzo que había hecho para llegar puntual a su cita le hizo apurar un poco el paso y ahora se encontraba fatigado. Pero el esfuerzo había merecido la pena. Ramiro estaba contento. No sólo había llegado puntual sino que incluso se había adelantado unos minutos de la hora prevista. Tenía tiempo para recuperarse.

La visión del pequeño lago y la soledad del entorno le daban paz. Poca gente llegaba a aquel rincón escondido del parque. Para Ramiro aquel espacio se había convertido en su pequeño descubrimiento. Sólo había dos o tres personas que sabían que podían encontrarlo por allí en cuanto el sol salía de entre las nubes.

Una sonrisa comenzó a dibujarse en el rostro de Ramiro. Por el camino de la derecha que daba acceso al lago se estaba acercando Daniela. El corazón de Ramiro comenzó a acelerarse. Esperaba que los nervios no lo traicionaran. Hacía tantos años que se había quedado viudo que jamás pensó que pudiera volver a sentirse tal y como se sentía. Era de nuevo un chiquillo de veinte años citándose con su novia en el lago del parque. Así se sentía y no lo podía remediar.

- "Buenos días Ramiro"- dijo Daniela según se iba acercando al banco en el que se había sentado Ramiro.
- "Buenos días Daniela".
- " ¡Pues sí que es usted puntual! No esperaba encontrarle ya aquí".
- "Pues ya ve. Salí con tiempo esta mañana de casa y llegué antes de lo pensado" - contestó Ramiro a modo de excusa.

Daniela se sentó entonces al lado de Ramiro y agarrándole del brazo se acercó a su mejilla para darle un beso. El corazón de Ramiro iba a mil por hora. La vieja maquinaria respondía alegre a la nueva emoción, a los nuevos sentimientos. Hacía tiempo que Ramiro no se sentía tan feliz. Volvía a ser joven; volvía a sentirse sin edad.

(Publicado en MeGustaEscribir)

martes, 18 de febrero de 2014

Siempre


Mi abuela siempre me lo decía: “Todo depende de la actitud que tomes ante la vida”. Creo que mañana le haré caso.


Foto: Lola Pena Dovale

lunes, 17 de febrero de 2014

Abrazo cómplice



Entrega, dedicación... un día a día perpetuo que selle nuestro amor. La generosidad de darse al otro; el egoísmo de desear todo de la persona amada.

Explosión de sentimientos sin controlar, difíciles de mantener dentro del corazón, rezumando aromas dulces que empalagan la boca.


Poesía en las pestañas; versos entre los dedos, escapando del abrazo cómplice de los amantes.



Foto: Carlos Timiraos

miércoles, 29 de enero de 2014

Pensamiento nº4

Aquí llegué. De esta forma soy. Mi pasado me moldea y me inspira el camino hacia mi futuro.

Posesión


Tenemos todo el tiempo del mundo; un tiempo que nos parece que nunca nadie nos va a quitar. Dejamos que se nos escape por entre los dedos sin aprovecharlo al máximo. Olvidamos disfrutar de cada segundo de cada minuto de cada hora de nuestras vidas. Pensamos que ya habrá ocasión mañana de hacer aquello que más deseamos.
Pero cuando nos damos cuenta nuestro tiempo ha huido de nuestro lado dejándonos solos. Hemos perdido nuestra más valiosa posesión y ahora ya no nos queda nada. Tan solo la añoranza de un tiempo pasado que no supimos aprovechar; tan solo quedan nuestras ruinas.

Foto: Carlos Timiraos